Dice… el patrón de este barco, que el duende se tiene o no se tiene. Él, por si acaso, lo atrapó y se lo tatuó en una pierna, y como un Hermes moderno, lo llevó en la piel y en el alma también, hasta San Martín de Trevejo, para así cerrar el ciclo del libro de la vida que una vez, abrió de par en par su madre, la Lola, cuando partió del pueblo.
Y como los recuerdos y las añoranzas se incrustan en los genes y piden guerra, el duende volvió para revivir en una vieja casa de piedra, al final de la calle que mira hacia la plaza y la iglesia. Y pidió también un apellido, el de la fuente más cercana, el Chafaril, la que, desde tiempos inmemoriales ha marcado, sin pausa, con sus tres caños, el ritmo pacífico de esta tierra.